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domingo, 8 de abril de 2012

Cuentas pendientes "Martin Kohan"

Hace bastante que no publico una sinopsis llamativa, siempre hay tiempo, la primera en Abril.

Título: Cuentas pendientes
Autor:  Martin Kohan
Sinopsis:


¿Cuánta desgracia, cuánto infortunio, cuántas desdichas pueden llegar a caber en la vida de un hombre sencillo? Cuentas pendientes se resuelve por una apuesta de máxima: el retrato de una vida en la que el fracaso lo alcanza todo. Porque no hay cosa en la patética rutina de Giménez, el protagonista aparente de esta novela, que no merezca la mayor compasión. Lo que sucede es que el narrador que se ocupa de él no le tiene nunca ninguna. Lejos de cualquier pietismo social, y lejos también de las justas proporciones del realismo, se vale de las desmesuras del grotesco para ensañarse con él. El giro de las cosas en Cuentas pendientes alterará, sin embargo, esta disposición. Porque las novelas que se ocupan de vidas apagadas o penosas suelen alentar esta promesa: la del poder liberador de la imaginación, la del poder de compensación de la propia literatura.
Lo que Martín Kohan (que ganó con Ciencias morales el Premio Herralde de novela en 2007) explora en este libro es una opción diferente: la de la imaginación como condena y como agobio, la de la literatura como reducto, ella misma, de una última desesperación.


Abril en primavera...





domingo, 1 de abril de 2012

Su caminar transita por mi estancia, quinta parte. Final.

Hasta ahora regreso desde las imágenes de mi mente y me adentro sin quererlo de nuevo a las de la realidad, recuerdo con ellas que en este mundo las parejas acostumbran compartir páginas de su vida hablando del día en la irresponsabilidad de la noche, salen a pretender escucharse cuando se concentran más en el costo del té que le da más sabor a su velada que su propia compañía. Juegan a caminar de la mano sobre los caminos mal transitados de este parque aún cuando su mente se encuentra cruzada de brazos.

Miro a mi alrededor buscando algo que me convenza de que sigo aquí y no que sólo lo imagino. A pesar de ser tan única, esta noche no es más que gemela de la de ayer en esencia.

La luz blanca de los faros cae sobre las superficies dándoles un color más profundo que el visto de día. Rueda mi mirada de lado a lado del parque en un vaivén tenue que sin advertencia se ve interrumpido por una impresión de día, en su luz y calor, en medio de la noche: la aparición de una mujer que luce tan joven e inexperta como yo. Lastima con la delicadeza de su existencia las manecillas del reloj enredado en mi muñeca interrumpiendo su caminar. Trae consigo un efecto gráfico a mi mirada donde todo a su alrededor se torna borroso guardando tan solo un cuadro de nitidez enmarcando su persona. Es alta, lleva el porte propio de una mujer que bien sabe usar los tacones sin importar que trae zapato bajo; es divina, con ojos grandes decorados con pestañas onduladas en los que percibo un tono café que de día bien puede ser almendra. Recobro el aliento perdido y mi mirada traza una línea recta que acaricia su fina nariz que se alarga hasta la luna que detrás de ella pareciera ascenderla a los altares. De inmediato me nace el deseo de acariciar su piel lisa color oro. Los suspiros que lanza su interior escapan entre sus labios anchos y vivos. Como cascada a cántaros de caricias su cabello negro y ondulado como la creciente del río que amenaza con desbordar el caudal de mi sangre cae suavemente sobre sus hombros y se desliza hasta la espalda donde sin preguntarle a mi subconsciente perdería el sentido al verme encaminado poco más en dirección opuesta de su norte que apunta a las estrellas.

El perímetro que me había atribuido como el segmento sobre el cual ejerzo mi jurisdicción emocional, se vio seriamente amenazado por sus incesantes pasos en círculos, me percato que lleva entre sus brazos un par de libretas que abraza intentado aminorar el frío, de encontrarse menos distante hubiera inferido para sí el calor de mis ojos en su perfil, sin duda es la mujer más hermosa que he visto en mi vida. Mis ganas exigieron un oasis que encontró su sito justo en medio de sus ojos. Parpadear es para ella tan sólo llevar anocheceres de bolsillo.

Permitió que la noche se iluminara de realidad y no resultó para nada ser una odisea. Cierro los ojos por un momento y sueño que la veo dormir, los abro de nuevo sigiloso queriendo continuar mi sueño; es ella un sueño que no me dejará dormir. Su caminar pausado me convierte en víctima de su ilusión, no puedo más, ha inundado mis sentidos hasta el punto de inhabilitarlos todos durante la divina excepción de mirarle por el hecho de existir.

Me he enamorado de ella, al instante les suplico me disculpen, todos ustedes han dejado de existir.

Yo sentado admirándola y ella que no ha advertido aún mi existencia. Deseo con todo mi ser cambiar esta estúpida resistencia, ser hombre, levantarme e ir a hablar con ella. Hacerle sentir que esta noche será tan especial para ella como la ha hecho para mí. ¡Escuchar mis deseos me produce vértigo!

Necesito hablarle e intento formular en mi cabeza las oraciones precisas para cautivarla con la primera entonación de voz, tengo el tiempo contado, me advierte la noche, no es necesario que me lo advierta, ¡lo sé! cada segundo se encarga de recordarme que podría ser el primero de una minimizada existencia sin ella, ruego a Dios que no sea el caso del infortunio que en mi próximo suspiro ella haya desaparecido y me regrese a las sombras de esta noche. Decido acercarme a ella, en el claro-oscuro del momento instruyo al destino que se ocupe de lo primero y a mi cobardía ordeno que se largue con lo segundo para que sea el destino el que ponga en mi boca las palabras que en sus más inherentes deseos reclama su corazón con sumo cuidado para no romper esta ilusión. Mujer, te lo imploro, ¡dile mas dilemas a este corazón!

Por primera vez en el día le construyo distancia a mi cuerpo inerte respecto de esa banca, que ni es amiga ni enemiga, solo compañera mía que ha escuchado mis pensamientos del mismo modo que yo lo hice, aún sin entender. Le ordeno a mis piernas que recuerden de prisa como caminar y me dirijo hacia ella, no existe en el parque ni el mundo nada más que ella y yo; los mares podrían desbordarse, los volcanes explotar, la tierra despedazarse, incluso el mundo entero podría destruirse en ese instante que ningún etéreo, divino o mortal designio apartarían de mí la gloria de tenerla entre mis brazos.

Con una sola excepción que percibo cuando estoy a unos cuantos pasos de su espalda, en ese momento surge desde ninguna parte un hombre que se ha acercado a ella antes que yo; abandona la tradición de las palabras, le toma del brazo izquierdo y me bloquea la luz de la luna cuando el estúpido la besa. Para cuando se alejan sus rostros, apenas al rose de la punta de narices, ella sonríe y le pregunta por qué ha tardado tanto.

Pienso en Jimena y la recuerdo. ¡Dios mío, cómo la amo! Ya no soporto estos latidos necios que me recuerdan y le regresan la vida a ella. Decido quedarme donde nunca fui; -no de ir- de ser.

Estoy seguro de que existe un antes y un después. Aunque les confieso, no tengo la menor idea de cuál va primero…