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domingo, 26 de febrero de 2012

Un compromiso conmigo disfrazado de compromiso contigo...

Ruego a la tiza que haga la posibilidad dentro de su compasión, se vuelva prosa para decir de mí lo que mis labios no se han atrevido a pronunciar. Tiza, ella que convierte con su canto la hoja en espejo; blanco de papel que dinamita prejuicios propios y hace reflejar en los contornos de las palabras lo que soy y que a rigor de lápiz me obligo a explicar. Tiza, a la que rara vez he sabido mentir. Tiza, que sin ser espacio, resulta ser lugar de escape. Tiza fina que en otras lunas perteneció a los grandes; me ha enseñado a aprender. Tiza que no sabe cómo secar lágrimas aunque piadosa, las acompaña mientras se deslizan página abajo.
Hoy, a falta de café, le invito un suspiro para que ella y yo hablemos de mí y yo de ella. Así, con la vida ejerciendo seria repercusión sobre mi ya frágil respiración, comienza la punta del lápiz a deslizar sinuosamente realidades sobre la reciclada hoja blanca de la ilusión. Describe sombra de un futuro que necesitará algo más que el tiempo para convertirse en algo distinto a ello, futuro. Ahora me hace confesar sobre un presente que se jacta de ejercer como pasado con la miserable incapacidad de cambiar decisiones.
Y la miro y me mira. Separamos los labios pero solo para permanecer callados. El ahora es un tiempo del que no queremos charlar, ahora.



Dicen que al autor no puede ser otra persona más que Luis Felipe

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